domingo, 27 de marzo de 2016

Qué difícil modo de vivir escribiendo metáforas


El poeta es como la mujer, es difícil, o como la imagen de Lezama Lima, nos cuesta llegar a la sustancialidad de su pronunciamiento, y aun cuando no podemos llegar a expresar una palabra que logre definir su origen,  el silencio nos hace un atentado contra nuestra forma de ver el mundo.



Qué difícil modo de vivir escribiendo metáforas, ya todos se saben la manualesca rutina del poeta, conocen hasta sus rincones donde suele refugiarse, una librería cómoda, un museo con una galería loquísima, o una panadería para comprar medio litro de jugo de manzana,  o una plaza tan solitaria que nunca termina siendo solitaria, porque el solitario es uno, los demás caminan alrededor nuestro con miles de rostros sobre los árboles.

Pero suele ser una verdad, el hecho de que digamos en un instante que estamos solitarios no quiere decir que lo estemos, la gente camina, los niños corren, los skates pasan rodando en sus patinetas y hacen un ollie bestial y saltan un muro y se pierden al cruzar la calle, los vendedores de tostones anuncian el precio cordialmente y uno empieza a meterse las manos en los bolsillos y a contar, entonces seguimos diciendo, qué difícil modo de vivir escribiendo metáforas.

La soledad y lo solitario es una cosa muy rayado en la literatura, a todos nos aburre esa escenografía virtual de la chica solitaria en su cuarto mirando el techo, es algo sin trascendencia, han existido incluso historias amargas de poetas trilladamente solitarios que se suicidan, esas repetidas historias del mecate, el revólver y la cicuta rock and rollera,  pero en fin, no es algo que nos haga impresionar, pues a ninguno de nosotros nos va a gustar que ningún miembro de la familia llegue a semejante forma de concluir la vida o la literatura.

Dentro de la imaginería, lo subjetivo, lo creativo, la soledad es una palabra que suele representar un momento de aparente aislamiento, dentro de la propia palabra soledad, está la correspondencia del sol; allí nace, sol, solo, solitario, soledad, solitudine, el poeta puede ser solar, puede irradiar esa energía desde su presencia con la voz, cautiva con la luminosidad de su pronunciamiento de la imagen, retumba en lo más profundo de la mente del otro, mueve las fibras de las emociones, el poeta es difícil, de forma que su presencia no quiere decir que si es solar carezca de alguna interacción con el otro, fijemos que el sol aunque sea céntrico a los demás planetas no está solo, pues existe una galaxia estelar, existe un sistema planetario que gira sobre ejes, un sistema planetario que no se puede negar la presencia de los demás planetas, por lo tanto el sol existe porque existe también ese sistema complejo planetario, lunas, planetas, tierra, estrellas, meteoros.

El poeta existe siempre y cuando exista el otro, la compañía, el eco, la abrazada, el beso, la caricia en las manos, el camino de pedregales, la vegetación salvaje, los animales silvestres, los insectos, el campesino, el obrero, los vendedores ambulantes, los punks, los metaleros, el vendedor de café en la media calle, la mujer que vende incienso de sándalo, la que hace muñecas de trapos, la que teje manteles, la mujer que vende naranja fresca, la chica que alquila teléfono, los mototaxis, los boletas, los jíbaros, los pacos, la mujer militar encendiendo el cigarrillo, la mujer pintando un mural de esmeraldas con dos colibrí levantando una bandera.   

De allí, en ese breve instante sabremos preguntar sobre la existencia de las metáforas y sabremos imaginar a una mujer caminando descalza en una callejuela más difícil que nuestra propia realidad, podemos agarrar el lápiz en absoluta parsimonia  con nuestro entorno.
José Miguel Méndez Crespo

Miembro del colectivo “El cuarto de los duendes”.

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