domingo, 10 de enero de 2016

¿Qué es el ecoduendismo?

Por Ángel L. Carrero Bolívar


     Es acaso un mítico sueño de unos “locos" que quisieron darle forma a sus sueños o quizá es la excusa de unos autoproclamados intelectuales, unos rebeldes que quisieron darle nombre a su causa para sobresalir y no querer ser visto como unos simples egocéntricos; también podríamos decir que es el fruto de jóvenes revolucionarios, pues, bien lo dijo Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción", que se dieron la tarea de plasmar, no sólo en el papel con un manifiesto que los envuelve de manera categórica, sino en el día a día, en sus acciones, en su labor en pro de la creación artística, en pro de su tarea revolucionaria, en pro de su propia vida. Entonces pregunto nuevamente ¿Qué es el ecoduendismo? Será acaso un sueño efímero, tal cuál es la vida misma, manifestado por los Duendes, desde su cuarto, el cual no es uno de cuatro paredes y un techo, sino más bien es una patria grande con el cielo como techo, de muebles la calle misma, pues, desde ahí se edifican, se viven, se luchan, se sufren, se gozan, pero nunca se destruyen los sueños; creo así entonces que el ecoduendismo no es una idea más, no es un simple sueño de muchachos creyéndose comer el mundo, promulgando lo que creen correcto desde su perspectivas, ambiguas o no, pues, si bien cada cabeza es un mundo, la de un Duende es un universo con las constelaciones de los predecesores, y en búsqueda de esas nuevas constelaciones, creadas a partir del eco de los “locos" que ahora son Duendes. El eco retumba y no para. Podrá frenarse quizás, pero nunca decrece, siempre está en aumento. Si la misma pregunta se le hace a cada Duende, la respuesta seguramente no será la misma, inclusive, se armarían esas populares “coñazas" de debate interno, donde el diálogo poético y categórico juega el papel principal. Sí, sin duda alguna es el ecoduendismo un sueño, pero uno vivo, uno que no se deja dar muerte a pesar de las circunstancias, a pesar del propio olvido, a pesar de los pesares. El eco retumba y no se calla, pues, en cada Duende vive. Los grandes procesos se construyen desde las bases y no desde la cima. Hay altibajos, hay momentos de gloria, hay momentos de caídas, pero nunca de derrotas, pues, cada experiencia es una ganancia, así no sea favorable. Una vez toqué la puerta a un cuarto, y al abrirse, no entre a un salón, entre a un universo pleno, lleno de “... Un mundo de más poesía y menos injusticias", y al girar, la puerta estaba abierta, nunca estuvo cerrada y nunca lo estará, pues, el eco retumba y no permite que se cierre puerta alguna. Sembraremos flores, pero también regalaremos a quienes se han ido, a quienes están y a quienes vendrán a sembrar nuestras flores. “Por un mundo de más poesía y menos injusticias" 




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El Manifiesto Ecoduendista fue publicado en la 1era Edición de la revista "La Lucerna" . Plantea la poesía como herramienta ética-estética donde el poeta-colectivo es sujeto real de las vicisitudes sociales y enarbola los sentimientos de sumar otros seres a la cuenca organizativa. Postula el respeto a las viejas generaciones literarias para reivindicar su existencia. Es un Manifiesto transgresor y auténtico, Natividad Barroso, expresó sobre el manifiesto: "Muy amplio y abarcante", "se caracteriza por una elevada conciencia del momento del planeta y de la continuidad de la especie humana"




"Sembrar flores en sus tumbas sin olvidar sus besos"


sábado, 9 de enero de 2016

Para un imaginario poético de Lara y Barquisimeto


Por Antonio Urdaneta

En la mitología de la ciudad de Barquisimeto, el cielo y la formación de un crepusculario, de una poética, de una sensibilidad, de muchos modos expresados y vividos, ocupa el centro olímpico la alta cima de un imaginario.



La poesía ha sido espejo mágico del forjamiento de sus formas vespertinas comoa otras ciudades -indica Julio Garmendia- esas famas urbanas se las otorga el primigenio tamaño de sus naranjas.
El gran escritor tocuyano, narrador de dimensión hispanoamericana, fue precisamente uno de los más profundos exploradores del crespusculario barquisimetano a través de la vida de Guachirongo y al lado de esta extraordinaria narración de cuentista, sobresale a lo largo de la historia un intenso imaginario celeste.
El cielo larense y enparticular, el cielo de Barquisimeto, se hicieron leyendarios en Venezuela por laformación de este libro virtual, esta antología del cielo que fuertemente suele cantar las voces poéticas que se han arrancado al recio suelo larense y aún a las aguas, ríos y corrientes territoriales, al lado de los cielos artesanales.
El paisaje onírico soñado de Lara y Barquisimeto, es una conjunción de entidades poéticas que desde antaño cruzaron el imaginario regional. El ritmo y la experiencia contemporánea han acortado ciertos estados de somnolencia en relación con ese paisaje y especialmente con buena parte de él, la corresponde a los paisajes del cielo.
Veamos, entonces como Otto Cornet dice que ”la tarde guinda una lenta agonía de coral” en Barquisimeto. Para Cornett la procesión de la Divina Pastora se evapora con el incensario y en ese instante asciende la devoción y se provoca el vuelo de las almas. Corresponde todo esto a una visión en la que la virgen flota en la procesión junto a su grey en la tarde misma.
Alí Lameda, el gran poeta, destaca el carácter multicolor en el paisaje, la electricidad del cielo, la joyería y la artesanía celeste: Habla de un resplandor adolescente nada melancólico. En cambio para Concepción de Carrasco, el iris crepuscular tiembla sobre las cruces, embelleciendo las tumbas-dice- y los mausoleos. Para él, el crepúsculo es un concepto romántico. Otras han visto arriba un alarde, espacios incesantes, cortinajes, óperas, poemas sinfónicos, danzas, cantos, poemas, pintura, cine, pedrería, oro, plata, todos los colores, no uno, granates, carmesíes, carrozas. Hasta el aroma de los aliños hogareños se va al cielo. Entra al cuerpo sutil de un alma que se saborea: “si en el cielo así se come, Marquitos, te felicito”, concluye Esteban Rivas Marchena.


El solo hecho de que una tradición ponga en los labios de Bolívar una frase excepcional, a semejanza de otras suyas del mismo tenor, en el momento en que era vencido en Tierritas Blancas (1813), “mas vale una derrota que contemplar un crepúsculo barquisimetano”, indica el propósito de instaurar en el tiempo una poética de la ciudad. No importa, decíamos, la realidad o la fantasía de una frase, se trata de construir con la fragilidad de una imagen una fortaleza espiritual.
Lo cierto es que el cielo de la ciudad de los crepúsculos, como el de otras ciudades del mundo derivó desde el siglo XIX en crepusculario literario. A su lado se crearía también la canción de medianoche, específicamente la noche larense que enarbolaron los cantores de antaño del tiempo de las serenatas. La vivencia del cielo de la ciudad musical oscilaría, hasta hoy, entre la melancolía sin solución y la fabulosa joyería de la luz.
 Ha mostrado el labrador del crepúsculo un rostro pasivo o se ha hecho un decidido orfebre del alma. De tal manera que con el tiempo, un poema sinfónico de Héctor Pellegatti, reunió en un solo recipiente el contenido de varias fragancias territoriales, para ofrecernos “La ciudad de los crepúsculos mágicos”. Aquí reaparece la cuidad física y espiritual, la tarde larense, la noche como entidad poética y el éxtasis.


La ciudad había emprendido una notable actividad simbólica relativa a la transición crepuscular cuando el sol metafóricamente se hunde en la noche y se crean signos de ansiedad, sembrándose buena parte de la identidad en las nubes. Se ha llegado incluso a temer en el campo ecológico que el aspecto de nuestro ciclo crepuscular, que mucho debería su magnitud a resplandor del lago de Maracaibo, según se crea posible esta historia natural, podría desaparecer si persiste la depredación ambiental: “El Jardín de los cielos comienza a decrecer”, “poemas de colores no hará ya más en cielo…“ dijo el poeta Víctor García Sereno. Mientras tanto, una joven de la ciudad, Gerónima Mendoza, pone a nuestra consideración la lectura de un marco metodológico para diseñar una colección de trajes de noche inspirados en la ciudad crepuscular.
Gerónima se sintió conmovida por una frase que atribuye a Lagarfell: “Miro al cielo para vestir a la mujer”. Tomó entonces la gama de colores, dice, del patrimonio visual.
Se trata de establecer con la topología poética de la ciudad una revalorización en el contexto de la moda, identificar el vestuario en su tema o con su hechizo. Hace predominar “telas de suaves caídas y de colores en degrades” y no sólo para grandes trajes de la noche sino también para la ropa informal. Sin dudas se trata de un aspecto inédito de esta actividad simbólica nada infructuosa.
Al mismo tiempo crecía la antología del río Turbio, escenario que entra como contenido terrenal en la mitología, en la fábula, en el ensayo geográfico, en la historia, en la novela, en la pintura, en la música, en la danza y en la poesía.
Abramos más nuestras páginas de estos libros virtuales, miremos sus
imágenes notables, yendo más allá de Barquisimeto a través del paisaje larense:

1. Unas cosas se admiran por su brillo
otras las contemplamos por su sombra
pues si el maguey no tiene sombra bella
ni matices ni ambiente que admirar
en su elevada cúpula destella
 el reflejo del sol al asomar.
 Ramón Peñuela
 Humocaro Bajo

2. Entre mil vegas de florida alfombra
 ricas en frutas y sin par verdura
 como una sierpe de azulado azogue
 trémulo el Turbio y murmurante ondula
José Parra Pineda
 Barquisimeto 1858

3. Recordad después la orilla
del dulce Morere manso
 cruzábamos su tranquila
corriente de miel nadando.
 Juan José Bracho
 Carora 1858

4. De esta crepuscular melancolía
quede en mis versos el fugaz arrullo
y sea en su ignescente lejanía
todo el azul de mi esperanza suyo
y toda el alma del paisaje mía.
 Antonio Lucena
 Barquisimeto 1884.

5. Bolívar piensa cuando Dios lo azota
que bien vale en el peso de su gloria
un crepúsculo tuyo, una derrota.
 Marco Aurelio Rojas Carora 1888.
6. Al salir del boscaje por los flancos
prosigue entre recodos y barrancos
 y en hondonadas fértiles se pierde.
 Rafael Garcés Álamo Barquisimeto 1891.

7. No el rijoso nopal ni la incisiva tuna,
ni la guazábara inclemente,
es la cabra lactífera y paciente a orilla
del Morere, pensativa.
 Francisco Lucena Fuentes El Tocuyo 1900.

8. ¡Cómo se pierde el alma por tus vegas
y el corazón se agita de contento¡
Al sur, tu Río aún está cantando.
 José Manuel Colmenares Barquisimeto, 1902.

9. ¡Oh, mi bello y querido río Tocuyo,
bajo las suavidades de tu arrullo
cuántas veces soñé…
 Antonio Arráez Barquisimeto, 1903.

10. Por ti regresa al mar en lejanía,
 con los dorados peces del crepúsculo,
 el encendido declinante día.
 José Antonio Escalona Escalona.
 Sanare, 1917.

11. Más que en la mente, guardo en las pupilas
la visión de un crepúsculo de rosas;
mezcla de azules y morados lila,
con rojo y gualda, en eclosión preciosa.
 Otto Seijas.
 Barquisimeto, 1975.

12. Entre celajes de ópalo se hundía
el desmayado sol
y al descender allá tras las colinas
semejaba un incendio de neblinas
 el último arrebol.
 Julio Olivares.
 Barquisimeto, 1888.

 13. Cómo le rememoro en este instante
cuando muere el crepúsculo distante
y a su alero se van las golondrinas
 Juan Guillermo Mendoza.
 Barquisimeto, 1884.

 14. Las auras vespertinas modulan
 vagas cosas
 que son como plegarias.
 Rafael Garcés Álamo.
 Barquisimeto, 1891.

15. La fragua del crepúsculo revive
lueñe, fugaz, celeste primavera
El cardenal bermejo circunscribe
su vuelo sorbe copa placentera.
 Luis Beltrán Guerrero.
 Carora, 1914.

 16. Que acaso sean de flores
que allá en lo ignoto pinta la esperanza,
o acaso chispas de encendida hoguera
oculta en lontananza.
 José Gil Fortoul.
 Barquisimeto.

17. Terepaima, Tabure, Manzano, Titicare,
el vientre siempre henchido de la loma de León
y lejos distante en tu silencio
Buena Vista dormida en horas de arrebol.
 Pascual Venegas Filardo.

 Barquisimeto, 1911.